#LiveReview - Black Flag: Mi fiesta


Valió la pena la espera. Casi cuatro décadas, aunque hubo que esperar un poco más cuando la fecha original se postergó por razones de fuerza mayor el año pasado. Por Black Flag, lo valió y mucho más porque cuando hablamos de próceres, todo sea si, sobretodo, es una oportunidad entre mil. El combo liderado por el guitarrista fundador Greg Ginn por fin aterrizó en suelo local para regalarnos una batería de himnos con que el Hardcore-Punk cimentó sus bases de autonomía y revolución, consecuencia en su forma más pura y sin transar por nada del mundo sus ideales.Y con un Arena Recoleta repleto, está claro que la historia se conjuga en tiempo presente por naturaleza propia, como cualquier estilo que se precie de su influencia sin morir en la etiqueta. 

   Con fecha 6 de Marzo, y mientras Chile se manifiesta contra la indolencia de la clase política y la corrupta policía local muestra su verdadera cara, el carácter histórico de esta visita se justifica sin discusión para quienes sabemos cuánto le debemos a Ginn y cía por su aporte a la independencia artística con que la música subterránea impone sus propias reglas. Nada forzado y pura voluntad complementada con profesionalismo, reforzando en el directo la genuina personalidad de una propuesta atemporal y frontal en su discurso sonoro y conceptual. Quienes crecimos con el fundamental "Damaged" (1981) y el supremo "My War" (1984) en nuestra colección de cassettes -por nombrar sus trabajos más renombrados-, asumimos este encuentro como un culto obligatorio a la escuela del "D.Y.I." y los principios de la autogestión en toda regla.

  El arranque a cargo de Paranoia nos situó en el corazón del Rock n' Roll de factura calleja, melódico y, al mismo tiempo, honesto hasta el tuétano. En plena tarde capitalina y con el termómetro superando el máximo permitido, la noche de Punk Rock que parafrasea uno de sus clásicos empezó a cobrar forma para expandir el 'vacilón' infeccioso de las dos cucharadas y a la papa. Sencillo, directo en su mensaje y sin pretensiones ajenas a la firma de punk y garage con que la música se muestra al desnudo. Decir las cosas a la cara y dar cuenta de una musicalidad en vivo que, pese a su aparente simpleza, pega de una cuando hay buen gusto. Poca gente presente en el recinto, pero nada de eso impide conectar con el sentimiento de frustración con que Paranoia dirige su mensaje al ciudadano común.


   Con casi 20 años de trayectoria, Vadca se sumó al cartel para probar que la recepción obtenida con el reciente "Punk Core Is Not a Crime" no es gratuita, sino todo lo contrario. Un inicio algo dubitativo, pero cuando hay carrete de sobra, basta el oficio para desplegar su estilo personal como power-trío y exponente de una fórmula que se basa en los riffs de alto octanaje y la bravura sónica con que la música expone el sentimiento de lucha personal. Son los gritos de una juventud que, ante la falta de oportunidades, sobrevive en plena jungla lidiando con una policía nefasta y la injusticia como "valor". Puñeta y angustiante en su mensaje, efectivo y letal cuando la experticia técnica se entrega un 1000% al Rock n' Roll de los tres acordes de manera certera. Impresiona la solidez con que la música construye su fortaleza y, de paso, canaliza la rabia ciudadana con la sapiencia de los capos. Como urge en estos tiempos y por cuenta propia.


Desde Puerto Montt, la patada en el tabique no te la saca nadie. Así se siente la vibra con que Aversión Social define en vivo los principios de un estilo que no te lo manda a decir con nadie y se dirige sin censura hacia toda autoridad. Electrizantes y con ganas desde el inicio de patearle el culo a todo lo que represente la injusticia que nos jode a diario, los sureños desatan la erupción de Hardcore-Punk con que el público ya repletando el lugar conforma el pogo como debe ser. A destacar un momento de culto fue la demencial "Pacos Culiaos" con que, tras un apagón en el generador eléctrico, aplicaron todo lo aprendido en estas lides durante más de 20 años. Punk en toda su expresión, con cariñosos saludos a la institución más nefasta de Chile y el mosh como baile de fiesta en torno a la música combativa por vocación.



  Pasadas las 21:30 horas, y sin necesidad de parafernalia introductoria, Greg Ginn y los suyos irrumpieron en escena ante un público preparado para todo en el contexto de fiesta. "Depression", "No Values" y "I've Had It" conforman una tripleta inicial de alta efectividad en su objetivo, sin nada que detenga la tromba sonora con que la música esparce sus estragos alrededor. "Black Coffee" sorprende como el 1er himno coreado al unísono en el repertorio, y recién está empezando. En un momento, la temperatura sube al punto de que unos cuantos fans tratan de subirse al escenario y la seguridad se refuerza ahí, pero siempre en favor del ambiente distendido y considerando lo que costó traer a estos pioneros. Esfuerzos que, por supuesto, ven su recompensa en un espectáculo de música minimalista y pura, donde la crítica social y el sarcasmo convergen con la musicalidad con que Black Flag instauró un estilo que trasciende más allá de cualquier convencionalismo. Y ver a Greg dándole la mano a los fans eufóricos por pretender recibir un gesto de afecto por parte de sus héroes, es una postal que nos recuerda que acá todos somos testigos y partícipes cuando se trata de descargar nuestra ira contra el verdadero enemigo.



La batería de clásicos con que los de Hermosa Beach imponen su jerarquía como generadores y artífices, habla por sí sola, aunque el carisma de Mike Valley -un clon de Henry Rollins, vocalmente hablando al menos- también es un factor fundamental. Labores repartidas sobre el escenario, con Ginn dictando cátedra de cómo romper las reglas para reemplazarlas por las suyas, muchas más insolentes y totalmente ajenas a toda norma impuesta por las masas. En tanto, la base rítmica compuesta por el baterista Joseph Noval y el baterista Isaias Gil -ambos recién llegados el año pasado-, se encarga del groove constante con que el caos humano y sonoro nos salpica de lodo y estiércol a chorros. "Gimme Gimme Gimme", "Six Pack", "Loose Nut" y "Slip It In", todas sin interrupción, caen como bombas en plena celebración al arte como expresión independiente por naturaleza. Uno que otro corte de energía y, a pesar de todo, la entrega es total.  Reiteramos, la espera vale la pena y son esos momentos los que justifican la espontaneidad del show, el baile y la agresión sónica de un estilo que no recurre a dobles discursos para dejar en claro porqué están girando desde hace más de 40 años.



  Si hay una razón para destacar porqué Black Flag como acto en vivo es una obligación, el rol como genio y generador que asume Greg Ginn es una cátedra que se defiende por sí sola. El tipo sabe, a sus 65 años, que nada funciona si no hay un equipo dispuesto a dejarlo todo sobre el escenario pero con la música como prioridad. Lo que es pasarse por ahí mismo a los malabaristas del diapasón con esos solos de zanjón en medio de la metralla riffera de su firma. Desde la paliza implacable de "Jealous Again" hasta el desmadre de "Can't Decide", con apagón incluido pero sin perder el hilo en lo absoluto. En plena recta final, "Nervous Breakdown" y el bis compuesto por "TV Party" y "Rise Above" ya termina por echar abajo hasta el último pilar de una sociedad podrida en todos sus puntos cardinales, rematando con el clásico "Louie, Louie" de Richard Berry para amenizar el baile reparador luego de la tormenta de 100 mil kilovatios con que los vestigios de toda una revolución subterránea revivieron su era dorada, en forma y con ganas de pasarla bien.

No haremos comparaciones con lo que pasó hace unas semanas en el accidentado concierto -interrumpido, por cierto- de La Polla Records, pero la mención es necesaria para quienes pensaban que el punk había muerto y la fiesta se acabó. Craso error: la fiesta estuvo y estará ahí cuando los sonidos demenciales del underground californiano o de donde sea se pronuncie ante la contingencia. No se trata de una guerra, como tienden a creer muchas veces la nefasta clase política, sino de una fiesta. Tu fiesta. Mi fiesta. Nuestra fiesta. La única guerra que tienes está en tu cabeza enferma y llena de odio, como pronuncia con categoría el clásico "My War" editado en 1984. La lucha sigue en el plano local, pero Black Flag llegó Chile para recordarnos ese principio de unión y consecuencia que escasea en este país confundido.

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Claudio Miranda
Fotos: Remigio Olivares

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