Ya han pasado 7 años desde el fallecimiento
de Jeff Hanneman, y en ese entonces, daba la impresión de que
Slayer se iba a la tumba junto con él. Y viendo el reciente retiro “definitivo” de
los escenarios por parte de la banda, pareciera que todo fue la crónica de una
muerte anunciada. Repentinamente y contra todo pronostico, el alma de Slayer nos dejó en 2013.
Pero, así como hablamos del alma de una banda como
Slayer, uno imaginaria una personalidad extrovertida, pero la verdad es que Hanneman era todo lo contrario. Jeff nunca fue el de las entrevistas, nunca se le
veía mucho compartiendo con fans, odiaba viajar, incluso sus propios compañeros de banda tenían poco contacto con el mas allá de las labores que la banda requería. Jeff era el hombre silencioso
dentro del caos y oscuridad que envuelve a Slayer. Aún así, nunca mostró miedo a la hora de hacer públicos los temores o inseguridades que se presentaron en su camino a temprana edad,
“Recuerdo estar demasiado asustado, yo era el que llevaba menos tiempo tocando,
así que era realmente un desastre. Solo llevaba tocando alrededor de un mes
cuando conocí a Kerry King, y cuando lo vi, sabía que tenía que apurar mi proceso de
aprendizaje”. Es esa mentalidad y esa actitud la que llevo a un joven
inseguro de sus habilidades, a desarrollarlas al punto que ya no fueron un
tema de mucha relevancia, “Trate de imitar lo que Steve Vai y Joe Satriani
estaban haciendo y realmente crecer como guitarrista, pero luego dije, no creo
ser tan talentoso, pero más importante aún, no me importa”. Precisamente en estas
declaraciones es donde se puede ver la determinación de Jeff, la misma que lo hizo
colocar a Slayer siempre por delante de todo, dejando proyectos paralelos de
lado, y siempre enfocándose en construir esa imagen que hoy en día conocemos de
la banda. Y como no, si dentro de sus más grandiosas creaciones encontramos
todo ese arsenal de gustos que tenía Hanneman.
Claro, era lógico que Jeff construyera una
fascinación con la segunda guerra mundial, teniendo un padre que participó como
soldado en la guerra y que fue capaz de regalarle a su hijo las medallas de
soldados nazis muertos en batalla, fue esto lo que encendió el fuego en
Hanneman y lo convirtió en un acérrimo coleccionista de artículos Nazi, incluso
bautizando a sus mascotas con nombres de oficiales Nazi. Jeff era consciente de
que todos estos gustos se podían traspasar a sus letras y que esto podía causar
repercusión, pero es precisamente eso lo que estaba buscando. Es ahí donde
Hanneman encuentra lo que le acomoda, y no tan solo líricamente, musicalmente
siempre busco esa maldad, ese sonido con una atmósfera maliciosa, aludiendo al
lado oscuro de la música que te hace sentir enfermo, con ganas de herir a
alguien y de hacer algo maligno. Es esa la premisa que llevo a Jeff a
escribir las canciones más macabras y perversas de la época, para satisfacer a
una generación hambrienta de este nuevo sonido llamado Thrash Metal. Así nacen
himnos como “Angel of Death”, “Raining Blood”, “South of Heaven”, “War
Ensemble”, “Dead Skin Mask”, “Seasons in the Abyss” por nombrar algunas, que
no solo son gemas y piedras angulares dentro del sonido y la historia de
Slayer, pero también lo son dentro del metal en general, no puedes declararte
fan del Metal, y menos del Thrash Metal sin haber escuchado algunas de estas canciones y haber movido la
cabeza al frenético ritmo de ellas.
Sí, Kerry King es claramente la imagen de Slayer,
su calva tatuada, la barba, su forma de vestir en el escenario y su
personalidad imponente lo prueban. Pero más allá de la imagen y lo que se ve malvado a
simple vista, es más importante lo que suena malvado dentro de una banda, y es ahí
donde Jeff Hanneman deja su sello para la posteridad, en su pasión y su
entrega, en esos riffs malditos que vienen directamente del corazón. Es innegable lo que su
obra dentro de Slayer hizo por influenciar a centenares de bandas que vinieron
después, cargando la antorcha de la música extrema y llevándola a otro nivel.
Estamos claros en que existen canciones mucho más agresivas, rápidas y enfermas
que “Angel of Death” pero les puedo asegurar que ninguna de ellas existiría de
no ser por esa obra de arte que inicia el disco Reign in Blood (1986), y no hablo de cualquier tipo de arte, hablo del más macabro y agresivo, ese que nos retuerce la cabeza y perturba los
pensamientos.
Todo este juicio que planteo al escribir esto se ve resumido en el disco
Repentless (2015), el cual está lejos de ser lo más destacable de Slayer, y bueno, digamos que World Painted Blood (2009) tampoco fue una maravilla, pero si tenía
algo, una pieza importante, la que faltaba en Repentless para completar ese rompecabezas… Así es, la ausencia
de Jeff es notoria en el aura del disco como en esa nueva versión de Slayer, y sin querer desmerecer a un grande como Gary Holt, es imposible reemplazar a alguien
irreemplazable.
Tal parece que aquel 2 de mayo del 2013 fue el día
que el alma de Slayer nos había dejado tan solo a los 49 años batallando contra
sus demonios internos, y nos dejó para adentrarse en las profundidades del
averno, pues claro, el infierno lo esperaba, ese mismo infierno donde llueve
sangre y el ángel de la muerte luce con orgullo a todas sus víctimas.
Hasta siempre Jeff Hanneman.
Escrito por: Rodrigo Berríos
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