En aquella temprana época en que se comienza con el descubrimiento del rock y metal, al menos en mi caso, lo primero que resalta y te llama la atención de estas guitarras afiladas y distorsionadas no es las letras, la brutalidad o lo pegadizo del riff, sino que los solos de las canciones, sobre todo los de guitarra, lo bonito que suenan, lo rápido que se interpreta y lo complejo que puede llegar a ser.
Obviamente la curiosidad, y las ganas de explorar nueva música te llevan a investigar, ya que no bastan los solos de Slash y de Kirk Hammet, por lo que, sí o sí, descubres los diversos rankings y/o notas de prensa, en papel o electrónicos ya, aún nada de tops de youtube, en que te bombardean y te cuentan de diversos nombres que logran cosas impresionantes con las 6 cuerdas. Así aparece Joe Satriani, Steve Vai, Michael Angelo Batio, Paul Gilbert, Eddie Van Halen, pero siempre hay un infaltable, el convidado de piedra, que encabeza los rankings de los mejores y más influyentes guitarristas del rock y del metal, un sueco llamado Lars John Lannerbäck o, como se hizo llamar Yngwie Malmsteen.
La importancia e influencia de Yngwie para el mundo de la guitarra eléctrica es incalculable, no solo por sus sorprendentes y complejos trabajos de los 80’s, con un particular estilo que lo llevó a ser etiquetado como “neoclassical metal”, debido a lo trabajado de sus composiciones, en clara referencia a la música docta (mal llamada clásica). Sino porque generó un paso explosivo, desafiando a todos los guitarristas del mundo a que lo igualen: esto es lo que hago, ¿puedes llegar a mi nivel?
Por eso, volver a recibir al maestro en Chile, y por partida doble, es muy importante para todos los amantes de la guitarra, pero sobre todo, para quienes buscan ver en vivo de lo que es capaz este sujeto y su icónica stratocaster.
La jornada partió con retraso, hay que decirlo, a eso de las 19:50 cuando salieron al escenario los nacionales Alejandro Silva Power Cuarteto (ASP4) a dar una cátedra de virtuosismo en la guitarra demostrando que no solo los grandes y virtuosos guitarristas y músicos son extranjeros, en Chile también tenemos excelentes exponentes en este particular estilo, en donde la guitarra toma su protagonismo, y así lo demostraron sobre el escenario del Teatro Cariola.
La agrupación no escatimó en lo que vino a presentar, preparó un contundente, aunque corto setlist, como foco sus trabajos más clásicos. Es necesario recordar que ASP4 se encuentra celebrando 20 años desde el lanzamiento de su segundo disco “Dios Eol”, por lo que era de esperarse la inclusión de algunas canciones de este trabajo como fue “80” y “El Sexto Mensajero”, pero también repasaron clásicos como la veloz “Rey Satan”, “K2” y la movediza “Habla Janus” prendió al público que ya se agolpaba para verlo, y que quedaron con gusto a poco, pero no son los únicos. También esperaba clásicos como “Errock” o “El Lagarto”, pero bueno, será para otra ocasión.
El cariño del público por ASP4 se sintió desde la prueba de sonido, se notaba que muchos llegaron temprano, no por agarrar un puesto y quedar adelante, sino por verlos a ellos, de ver a Alejandro y sus compañeros, de poder ser parte y presenciar un momento histórico para la banda, concretar, por fin, un show junto a Malmsteen.
Como conclusión, ASP4 sonó excelente, clarísimo, como era de esperarse en músicos de su talla, sin mencionar lo increíble de las interpretaciones. Todo esto a pesar que hicieron la prueba de sonido minutos antes de subir al escenario, debido a un retraso en la prueba anterior, ustedes ya pueden intuir de quién, lo que no mermó en lo más mínimo esta increíble presentación.
Pero, en mi pequeña reflexión, no solo de sonido, complejidades, riffs y solos se trata la presentación, sino que también vino a poner fin a una inmensa espera y desaire , pues, y tal como dijo Alejandro Silva, es la primera vez en más de 25 años de banda que se concretó su apertura a Yngwie Malmsteen, durante todas las otras presentaciones del sueco estuvieron en el olvido. Tal vez por amiguismo, vaya a saber uno, ya que incluso fueron reemplazados a último minuto en el 2001. Es por ello que la producción merece un reconocimiento por tomar la determinación de llamar a Alejandro Silva, aunque sea para esta segunda fecha, y poner fin a años de relegamiento a los conciertos del sueco, a pesar de que era algo que tenían ganado, o eso se creía, ya desde 1999 con el disco “I”, entonces ¿existía alguien más ad hoc para esta titánica tarea? Salvo por Claudio Cordero, no hay otro, por lo que no se explican estas dos décadas de espera.
Luego de este momento pleno llegaría el plato principal, con un muro potente e imponente de amplificadores, La Gran Muralla Marshall, una humareda digna de Mea Culpa y con ¾ del escenario solo para él, no podíamos esperar menos de esta presentación en la que Yngwie es y será la estrella principal.
ADVERTENCIA: Es un concierto de Yngwie Malmsteen (sabemos de su ego y de que quiere ser el centro del show, relegando muchas veces a su banda soporte) por lo que la descripción que haga de su técnica, talento, composición y los arreglos sobran, sino estaría parando para escribir palabras rimbombantes cada 2 líneas, por lo que solo voy a realizar un repaso de los aspectos destacados de lo que fue su presentación. Así que vamos allá.
Con un leve retraso de 10 minutos, con un humo que ya cubría no solo el escenario, sino también a los asistentes y ante los gritos del público, el sueco y su banda saltan al escenario para partir fuerte y directo con la clásica “Rising Force” que sonó increíblemente potente, aunque con algunos problemas iniciales en el micrófono de tecladista, pues no se escuchaba bien su voz, pero pasó inadvertido ante los asistentes que se sabían la letra de memoria.
La jornada se dividió en dos partes, bien marcadas por las nuevas y las clásicas composiciones del sueco. Lo primero en aparecer fue su época actual, que era obvio, y guardó el plato fuerte para el final; además que la gira es la promoción de su último trabajo “Parabellum”.
En dicha primera parte apreciamos un recuento de sus dos últimos discos desde el quiebre final de Yngwie, el momento en que se aburrió de contar con un músico de sesión, sobre todo de los vocalistas, por lo que tomó la batuta de componer todo, incluso atreverse a cantar, lo que le trajo importantes críticas de sus fans. En este contexto, al Cariola trajo sus más recientes piezas instrumentales , pero con el sello Malmsteen como “Top Down, Foot Down/No Rest for The Wicked”, pertenecientes al disco “World on Fire”; “(Si Vis Pacem) Parabellum” y “Tocatta”, de su último trabajo. Sin embargo, también aprovechó de presentar canciones cantadas por él, como es la hermosa “Soldier”, “Restless Fury”, y su magnífica “Wolves at the door”. Claramente, no es el mejor vocalista, pero le puso harto empeño a la presentación, lo que se agradece bastante.
Luego, un pequeño interludio para beber un tecito, y rendirle homenaje a grandes personalidades de la música, que influenciaron su forma de tocar, hablo de Johann Sebastian Bach, con “Badinerie”, y Niccolò Paganini con “Adagio”. En esta oportunidad no salieron tan perfectas como las suele interpretar, al parecer existió un problema con uno de sus pedales que opacó un poco este momento.
En cuanto a la segunda parte, esta fue una demostración de la importancia de sus trabajos y composiciones clásicas, interpretó “Far Beyond The Sun” , agregando un épico arreglo con el solo del himno de Queen “Bohemian Rhapsody”, y “Evil Eyes”, corte que viene de su época con Alcatrazz. Aprovechó también la instancia de rendir pleitesía, a una de las mayores influencias como guitarrista.; hablo del gran Ritchie Blackmore, con un cover a “Smoke On The Water” de Deep Purple, que lo transformó en curioso e irónico momento ante un recinto atestado de humo, el cual muchas veces no dejaba ni siquiera ver.
En esta segunda parte, quiero destacar la figura de su tecladista Nick Marinovich, no solo por tener un gran talento y técnica, sino porque tiene una tarea compleja, no solo debe ambientar y acompañar a Malmsteen con su teclado, sino que debe suplir las voces de antaño, lo que hace de excelente manera. Solo debe pensarse que es él quien cantó en “Seventh Sight” y en la clásica e icónica “You Don’t Remember, I’ll Never Forget” Asimismo, importante reconocer la participación de su joven baterista Brian Wilson, quien fue tomando más protagonismo, incluso logrando brillar con luz propia en su solo.
Finalmente, el encore vino de la mano de la hermosa, acústica y melódica interpretación del “Prelude To April” arreglo que sirve de intro de su icónica “Black Star” dando así por terminada una jornada nocturna humeante de guitarras virtuosas, nacionales e internacionales, se baja el telón y se apaga -por ahora-, El Gran Muro Marshall a la espera de la segunda fecha de hoy y, esperemos, que el humo de anoche logre disiparse para ese entonces.
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