El día de ayer el Teatro Coliseo se convirtió nuevamente en el epicentro de una de las propuestas artísticas más innovadoras de la música alternativa de nuestro tiempo. Y es que Archy Ivan Marshall, mejor conocido como King Krule, debutó finalmente en nuestro país. El artista londinense se presentó frente a un recinto colmado de personas que llegaron de forma puntual para presenciar el primer show de uno de los referentes del dream gaze. Y es que la mezcla experimental de Krule, que explora sonoridades que van desde el punk y el darkwave, hasta el jazz y el hip hop, no ha pasado desapercibida entre la crítica especializada, quienes no han temido de compararlo con grandes referentes escénicos como Tom Waits, reconociendo su genialidad y virtuosismo.
El recital estaba programado para empezar a las 21:00 horas. Sin embargo, contraviniendo la llamada “puntualidad inglesa”, las luces se apagaron cerca de las 21:15, hora en la cual Marshall y la banda comenzaron a tomar posición sobre la tarima con total calma. No tienen prisa, la tranquilidad con la que suben al escenario, es propia de un artista del calibre de quien se hace llamar “Rey”. Con sus dedos rasgando los primeros acordes de “Perfecto Miserable” en su Fender Jazzmaster, King Krule se para frente a un teatro repleto para presentarse por primera vez ante su público chileno.
La gente no pierde ni un segundo y comienzan coreando las canciones en compañía de Marshall y su banda, mientras vitorean su destreza escénica y musical, el tiempo de espera se volvió una anécdota. Todo se acaba esta noche, el artista londinense toma el micrófono como si fuera una llave capaz de abrir los corazones de cientos de personas que vinieron a la búsqueda de una jornada experimental que quedará en la retina de cada uno de los asistentes.
Sabemos que Archy es un hombre de pocas palabras, pero cuando puede valerse del recurso de la interacción lo hace efectivamente; tres temas para que con un enérgico “Santiago!” penetrara cada centímetro de la pequeña cuadra de Nataniel Cox. La verdadera interacción, que le permite conectar, es la pasión que Krule transmite en cada acorde; un par de rasgueos y la gente grita como si descubrieran un lenguaje oculto que sólo transita en esa dirección. No hacen falta largos discursos, sólo la destreza y dedicación que reclama un buen debut.
El show es ecléctico y versátil. Si bien gran parte de su propuesta musical es bastante suave, hay momentos puntuales y meditados para la euforia y la locura. Movimiento y más movimiento. Y es que la descripción de su interpretación es de lo más amplio que hay. Una voz profunda que se une a lo más estridente del punk rock y lo más pesado del jazz fusión, sumado a la pulcra presentación que lleva al escenario. La propuesta de Krule es una experiencia exquisita de escuchar en todas las formas posibles que dispongan los asistentes. Ya sea saltando y pogueando, bailando, o simplemente cantando desde la quietud en una esquina.
Y si bien el proyecto de Archy refiere a una propuesta liderada y consolidada por él mismo como miembro único, la banda se toma la libertad de apoderarse del espacio que les confiere el escenario. La complicidad y confianza que se transmiten entre ellos es tan profunda que, a partir de la mera interpretación, podemos ver que aquello que levantan sobre la tarima es parte de un trabajo colectivo que va más allá de un nombre personal.
La profundidad de la voz de Krule, sumado al ambiente que proyecta el juego de luces livianas que iluminan el escenario, nos sumerge en un túnel existencial que suspende la noción del espacio tiempo a niveles insospechados. Marshall se toma su tiempo, quiere llevarnos en un paseo de largo alcance para que la noche sea absolutamente memorable. Y nosotros, sin pensarlo dos veces, nos sumamos al viaje como pasajeros privilegiados de este trayecto. Con éxitos como “Easy, Easy” o “Out getting ribs”, Marshall dirigió el trayecto con clase y maestría, sorprendiendo a todo su público.
Algo que llama la atención de la propuesta de King Krule, es la forma en que se vale de recursos muy valiosos para engrosar su puesta en escena, que normalmente son pasados por alto. Entre ellos: el silencio. Marshall dota de un espacio preferencial para los momentos de quietud y la insonoridad, algo que podemos ver en su último trabajo de estudio “Heavy Space”. La atmósfera que envuelve el teatro replica a la perfección esta apuesta, no es solo el ruido y la melodía, sino que también la ausencia de sonido y las pausas entre canciones las que engrosan la propuesta sonora de King Krule. Esto es parte del show de Archy y compañía, y la gente lo entiende casi a la perfección.
Con un encore breve -una canción- King Krule despide su primer paso por Chile. Un show sólido que nos dejó, entre otras cosas, una apreciación diferente de aquello pasamos por alto: el silencio también puede hacer música.
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