En la escena metalera, donde la innovación siempre tiene una respuesta de doble filo, uno de los subgéneros que más debate ha generado es el deathcore. Caracterizado por riffs intensos y una violencia sonora extrema, este estilo surge una modernización del death metal clásico, integrando breakdowns brutales y letras profundas y existencialistas. Aunque muchos puristas consideran que el deathcore es un desvío del metal tradicional, lo cierto es que el género ha ganado una alta popularidad global y se ha convertido en una puerta de entrada para nuevos fanáticos, gracias a su sonido accesible y a estrategias de marketing que se enfocan en una apuesta estética mucho más amplia, lo han llevado a expandir su audiencia.
Un ejemplo inmaculado de esta progresión es la banda estadounidense Chelsea Grin, quienes no solo han capturado la esencia del deathcore sino que le han agregado una chispa de genialidad en sus composiciones y presentaciones. Esto fue algo evidente para quienes presenciaron su concierto de anoche en el Club Blondie, donde los asistentes fueron testigos de una actuación explosiva, que encapsuló la fuerza y autenticidad con la que el clásico local de Estación Central se sacudió en todas direcciones. Con un set breve pero intenso, los estadounidenses lograron demostrar por qué se han consolidado como referentes de este género, llegando con gusto a los oídos de un público diverso, ampliando los horizontes de un estilo tan debatido y muchas veces reducido.
La banda finlandesa Swansong abrió la jornada de manera puntual, cerca de las 20:00 horas. Con una propuesta de death metal melódico más bien conservadora, se enfrentaron a una sala que aún lucía vacía con carácter. Su estilo, marcado por una estética cercana al black metal y un sonido claramente influido por bandas de la primera camada de la escena del death metal escandinavo, añadió un contraste interesante al evento, ya que el público presente llegó principalmente para presenciar un espectáculo de deathcore. Sin embargo, la que la recepción fue amistosa, el público local se mantuvo algo distante, escuchando sin gran interacción. La breve presentación de los escandinavos transcurrió sin sobresaltos y de manera fluida; el sonido de Swansong pasó suavemente por los oídos de los asistentes, quienes parecían más curiosos que realmente cautivados. Aunque no lograron una conexión potente en la pista, la banda cumplió su cometido, dejando su huella como un complemento llamativo en una noche dedicada a la intensidad del deathcore.
Chelsea Grin se adueñó del escenario del Club Blondie poco después de las 21:00 horas, cumpliendo con una de las presentaciones más intensas y esperadas de la noche. Desde el primer acorde, el público se sumergió en un mosh pit desbordante de energía, que no cedió en ningún momento. La audiencia, encendida y entregada, no solo participaba, sino que parecía competir en una coreografía de furia y catarsis, con fanáticos que se lanzaban al ritmo de pasos de two step y karate dance, fieles a la esencia más combativa del deathcore. En una muestra de su compromiso total con el caos, algunos en la pista incluso llevaron la experiencia al extremo, lanzándose hacia las orillas para realizar el tan polémico crowdkill, generando un ambiente de tensión y desafío que potenció la adrenalina en cada rincón del recinto. La pista de la Blondie se había transformado en un campo de batalla de gladiadores modernos, donde cada breakdown marcaba una nueva explosión de violencia sonora y física.
La banda estadounidense, reconocida como una de las pioneras y referentes en el deathcore, aprovechó cada segundo de su set para repasar el grueso de su discografía, ofreciendo a los asistentes una muestra representativa de todas sus épocas. Chelsea Grin deleitó a sus seguidores con una selección que abarcó tanto temas recientes, como "The Isnis" de su dual Suffer in Heaven/Hell, hasta los clásicos que los lanzaron a la fama, como "Sonnet of the Wretched" y "Recreant" de su exitoso álbum debut. Esta amplitud en el repertorio permitió a los asistentes experimentar la evolución de la banda en una sola noche, desde sus primeras composiciones hasta su sonido más actual, sin perder un ápice de intensidad en ningún momento. Cada tema fue recibido como un himno por el público, que coreaba las letras y seguía los ritmos como si estuviera en una ceremonia de pura adrenalina, haciendo de cada canción un clímax emocional y sonoro.
Tom Barber, con su inigualable voz gutural, destacó como el corazón y la fuerza de la presentación, ofreciendo una interpretación vocal que nunca mostró señales de fatiga. Su habilidad para sostener cada gutural, frase tras frase, con una energía que no disminuyó en ningún momento, impresionó a todos los presentes. Barber, además, proyectó un dominio de escena y una naturalidad asombrosos, como si cada canción fuera simplemente una conversación fluida y sin esfuerzo, logrando una cercanía auténtica con la audiencia. La versatilidad de su voz acompañó a la perfección la brutalidad de los instrumentos, dejando claro que Chelsea Grin no solo tiene el impacto sonoro que los caracteriza, sino también una ejecución técnica impecable.
Al final de la noche, con una presentación breve pero precisa, Chelsea Grin marcó su regresó a nuestro país con un despliegue brutal que hoy pocas bandas pueden presumir. La conexión con el público, las canciones que abarcaban todos los capítulos de su trayectoria, y la fuerza inagotable de la banda hicieron de la presentación una experiencia brutal, incluso para aquellos que no eran seguidores del deathcore. Cumpliendo con las expectativas, la banda demostró que a veces, aunque haya quienes quieran resistirse, la innovación todo lo puede.
Setlist
1. Hostage
2. The Isnis
3. Bleeding Sun
4. My Damnation
5. Crewcabanger
6. Playing With Fire
7. Death Rose
8. Cheyene Stokes
9. Sonnet
10. Sing to the Grave
11. Recreant
Reseña por René Canales
Fotos por Ramiro Jorquera
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