#LiveReview - Knotfest Chile 2024: "Entre Nü Metal y eclecticismo"

 El 2022 llegaba el gran festival internacional Knotfest a nuestro país, con la promesa de instalarse en esta tierra y traer grandes bandas como Sepultura, Pantera, Judas Priest y obviamente los dueños de casa, Slipknot. Lamentablemente terminó siendo una mala experiencia para muchos, con un sonido horrible que rebotaba en todo el monumental, bandas nacionales que no alcanzaron a tocar por temas de tiempo y la falta de agua que obligó a los asistentes a romper las cañerías de regadío. Pero este año la fiesta prometía mejorar, con una nueva productora que no conocíamos en este estilo musical, un nuevo recinto y la promesa de mucha agua, así que partimos con el equipo de Resistance a vivir el Knotfest 2024, con un lineup bastante ecléctico, que nos mantenía expectantes de cómo resultaría todo, así que bloqueador en mano, partimos al parque del estadio nacional

Lamentablemente entramos tarde al recinto por cosas burocráticas de prensa, y lo extenso del recinto que llegamos en medio del show de la banda nacional Savant, quienes con una versión más amigable de metal o rock, calentaba los motores del público asistente que llegó muy temprano a apostarse en las diferentes rejas del recinto, pese a que el sol golpeaba fuerte sobre las cabezas y con muy pocos lugares para cubrirse. La banda entregó todo de si, en su primera presentación en un escenario tan grande, y trataron de llenarlo con su presencia, logrando calentar al público asistente.

 Luego fue el momento de recibir a los amigos de la casa, Mawiza, quienes ya han pasado por grandes escenarios y lo demostraron desde que pusieron un pie sobre el escenario, comiéndose el espacio por completo, y siendo recibidos por un público cautivo por la banda Mapuche. Con 20 minutos de espectáculo, lograron condensar lo mejor de su carrera, incluso presentando un tema de su nuevo disco que viene en camino, y calentando el camino a su gira por Taiwán, lograron provocar los primeros mosh pits de la jornada pese a que les cortaron el sonido al final de su presentación (se entiende que los tiempos eran acotados pero feo feo feo)

Después del corte eléctrico comenzó de inmediato a sonar en el escenario de al lado la banda Rama, agrupación nacional de larga trayectoria desde el 97 mezclando distintos tipos de rock desde sonidos más pesados a otros más introspectivos, consiguieron tocar al público y llenar el gran espacio que se sentía en el escenario, cuando recién estaban calentando las cosas, y no me refiero al sol que estaba apuntando en 90 grados.

En el caso de Orbit Culture, hubieron un par de minutos entre show y show, por lo que se dio un espacio para que tuvieran una buena entrada. Esta banda sueca ha tenido su salto al estrellato este último año después del lanzamiento de su disco “Descent”, por lo que quizás no muchos estábamos familiarizados con este nombre. Pese a esto, dominaron al público de manera instantánea, con una presentación estelar a nivel técnico, particularmente del baterista Christopher Wallerstedt. Si hubieron algunos problemas con la amplificación, cosa que perjudica bastante a una banda como Orbit Culture debido al nivel de detalles que hay en la producción pero aún así se pudo disfrutar la calidad que este grupo tenía para ofrecer. Con una imponente presencia en el escenario, esta banda nos deleitó durante una hora con death metal puro y duro, haciéndose dueños del espacio y comandando a los espectadores. 

Minutos después fue turno de Poppy de apropiarse del escenario. Quien era sin duda una invitada controversial al evento, no tardó mucho en ganarse al público chileno, abriendo bastantes mosh al son de una mezcla muy particular de metal y pop. El entusiasmo que nos entregaba la joven en el escenario era sumamente contagiosa, el cual contrastaba con los robóticos e impersonales interludios entre canción y canción. La propuesta en escena era bastante simple comparado a lo que se avecinaba pero que aún así dejó una impresión positiva en los asistentes.

Ya cuando comenzaba a bajar el sol y las montañas se tornaban de color naranjo, llegaba la hora de ver a uno de los actos más esperados de la jornada: Babymetal. Este grupo tiene la particularidad de que son idols, por lo que las dinámicas entre artista-público quizás son diferentes a lo que veríamos con otros actos. Al ser un festival no pudimos ver tanto de esta cultura específica (no habían palitos de luz y la gente no hacía tanto furi) pero de todas maneras fue un show que se sentía un poco diferente. La actuación de las chicas en el escenario fue realmente cautivadora, entre las coreografías, las interacciones con el público y entre ellas mismas hacían para un show demasiado entretenido (con énfasis en la palabra entretenido) y positivo en general, era imposible estar de mal humor en ese ambiente. Fue en este show donde también vimos a las más pequeñas del público brillar, dando la vida en los mosh. Me llamó la atención la cantidad de niñas, en especial chicas, que vi en la audiencia; quizás atraídas por un show como este pero que aún así disfrutaron del evento completo y participando a fondo y el aspecto más destacable es como la gente les hacía barra, les daba sus espacios y les dejaban explorar algo que quizás era nuevo (aunque probablemente no a juzgar por como se desenvolvían). Ver a la Kamiband en vivo también fue bastante sobrecogedor ya que la habilidad que tienen es estremecedora. A veces debido a los aspectos J-pop de Babymetal, uno inconscientemente ignora lo pesadas que son las composiciones que entrega la banda, pero en sus presentaciones en vivo logran dominar el sonido por completo, prácticamente devorándote. 

 Luego de vivir un intenso show de J-pop, nos tocó trasladarnos al norte de Europa con Amon Amarth, quienes llegaron con una gran escenografía digna del festival y montaron dos estatuas vikingas gigantes, una cerca de madera, la punta de un drakar sobre el que estaba montado Joakim Wallgren, baterista de la banda, y custodiados por un ejército escandinavo a sus espaldas. Durante la segunda canción de la banda, Johan Hegg pidió que lo acompañaran cantando, y el público respondió en masa a lo que el vocalista dijo que se le ponía la piel de gallina de oír a tal gentío. Joakim con su camiseta de la selección chilena, no para de ponerse de pie entre canciones mientras golpea su pecho con el puño, emocionadísimo del recibimiento que tiene el hijo pródigo que vuelve a su tierra natal. La banda ofrece un show potente a ratos rápido y a ratos más denso, pero sin perder ni un ápice de potencia durante la hora de show, con referencias escandinavas y el imperdible Rowpit, que puso a los asistentes a remar sentados en el suelo, haciendo del espectáculo una verdadera experiencia inmersiva.

Una de las cosas que se agradecen mucho de un festival de esta envergadura, es que se respeten los horarios, y la producción estuvo afinada como reloj suizo para respetar el itinerario a cabalidad, ya que siendo exactamente las 18:30 comenzaba el esperado debut de Mudvayne en nuestro país, quienes tras dos canciones animaron a todo el mundo a saltar, entre humo, fuego y una polvareda, la banda logró desatar la locura que los caracteriza con un Chad Gray animando a todo el mundo desde su tarima, y un Ryan Martinie que con su cara, sus bailes y sus poses entrega clases de bajo con líneas intrincadísimas. Si bien la voz de Chad no está en la misma forma que la conocimos durante los 2000, suena mucho mejor que el último tiempo que estuvo con Hellyeah, demostrando que esta reunión no es solo un homenaje a la banda que fueron antaño, si no que aún les queda mucho por ofrecer.
Chad entregaba la misma energía que cuando tenía veintitantos y su mensaje central fue “se nos va la vida trabajando, haciendo lo que tenemos que hacer, poniendo comida en la mesa y se nos olvida nuestra propia vida, lo que necesitamos en nuestra vida que es fucking merol. Así que disfruta este día y tira tus problemas a la mierda” y probablemente muchos cuarentones nos sentimos identificados y lo dimos todo junto a Mudvayne.
Pese a todas las polémicas, y refiriéndose única y exclusivamente a lo musical, Disturbed sigue en perfecta forma. La voz de Drainman está intacta y el físico del baterista Mike Wengren aún parece de 20 años, con un solo de batería digno de giolito y su combo en esa memorable presentación de viña cuando se giró en 360 grados. Con un con gran cover de "The sound of silence" digno de Nico borie, la banda introdujo un piano de cola al escenario junto a percusiones gigantes a lo slipknot y violines, solo por darse el gusto y porque pueden, porque son disturbed, los uh wuah ah ah ah.
Y ya entrada la noche, era hora del gran final, el lienzo de Slipknot se alzaba al fondo del escenario, coronando el resto de la icónica escenografía de la banda. Con las últimas fuerzas que tenía el cuerpo para ofrecer, el público chileno le dio la bienvenida a la mítica banda una vez más, ahora celebrando los 25 años de su debut. Con los primeros chirridos del emblemático intro, la gente pareció olvidar por completo el cansancio y una vez que los estadounidenses entraron al escenario todo se convirtió en una masa de cuerpos en movimiento. Algunos ni si quiera estaban al ritmo de la música, solamente era hermoso caos. Los juegos de luces hacían parecer a toda la banda como si hubiese sido sacada directamente de un cómic, la silueta creada por las reinterpretaciones de las máscaras originales junto con los overoles creaban una imagen demasiado potente, en especial Corey Taylor gracias a la fisicalidad que tiene, siendo como poseído y creando el personaje que es “8”. En las últimas entregas se había olvidado un poco lo tétrica que podía ser la banda, y con este setlist especial que nos trasladó al año 1999, pudimos escuchar una vez más el oscuro ambiente sonoro que envuelve el álbum homónimo gracias a los interludios interpretados por Sid Wilson, dando una especie de pausa ante el implacable show que tenían preparado. De todas formas estos interludios, aunque eran calmados y “silenciosos” igual generaban una tensión, estando expectante ante el siguiente ataque de la banda, dejando ningún momento de calma. Si llamó la atención lo rápido que se hizo el show, por reloj duró una hora y media pero se sintió como si hubiesen sido 20 minutos de descontrol, quizás porque a diferencia del Knotfest pasado, los anfitriones hablaron mucho menos esta vez, con una despedida que si estabas desconcentrado probablemente te la perdiste. De todas formas fue un show excelente, intenso de inicio a fin y que sometió a los gusanos sin piedad ante el poder de Slipknot.
Así a modo de conclusión y hablando del festival en general, está de más decir que esta fue una mejor edición que la anterior, con una producción que tuvo la intención de abordar los problemas que se presentaron el 2022. Si hubieron problemas de audio al principio pero que fueron solucionados rápido, siendo más un tropiezo que otra cosa. Lejos el punto de mayor tensión durante el día fue la administración del agua y se da a entender que se hizo lo que se pudo, hubo un minuto en la tarde que fue más complicado conseguir un vaso con agua pero la resolución a eso llego de forma relativamente expedita, hay que tener en cuenta que la temperatura más alta para esta ocasión fueron 10 menos que la temperatura más baja la vez pasada. El Knotfest este año se podría catalogar como un éxito, en especial si lo comparamos con la versión anterior que fue francamente desastrosa, quizás esta es la edición que pueda establecerlo como un nuevo festival recurrente y algo que los metaleros en Chile podamos anticipar ocasionalmente, a diferencia de otro festival de metal de gran escala.







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