En el universo musical, son contadas con las manos las bandas que logran trascender las barreras del tiempo, reinventándose y manteniéndose vigentes generación tras generación. Toto es uno de esos raros ejemplos, una agrupación que no solo dejó su huella en la historia con éxitos inolvidables, sino que también consolidó su lugar como referente de virtuosismo musical. Su capacidad para conectar con públicos diversos, sin importar la época, habla de un legado construido sobre la calidad de sus composiciones, la maestría de sus integrantes y una esencia que trasciende modas pasajeras. Verlos en vivo no es solo presenciar un concierto, sino ser testigo de la pervivencia de un espíritu artístico que sigue marcando corazones y oídos a nivel global.
Poco antes de las 21:00 horas, las luces del Movistar Arena se atenuaron, marcando el inicio de una noche esperada por fanáticos de todas las generaciones. Sin necesidad de entradas espectaculares ni artificios escénicos, Toto apareció sobre el escenario con la confianza de quienes saben que su música habla por sí sola. Un telón minimalista, decorado con el clásico logo de la banda, fue el único acompañamiento visual de una velada donde los protagonistas indiscutidos fueron el sonido y la ejecución. “Girl Goodbye” fue la canción elegida para abrir el espectáculo, un tema que desde sus primeros acordes encapsuló la mezcla de fuerza y sensibilidad que caracteriza a la banda.
El recorrido por su vasta discografía comenzó pronto, y la audiencia se vio sumergida en un mar de éxitos atemporales. Temas como “Hold the Line” y “99” levantaron de sus asientos a un público diverso, que oscilaba entre veteranos seguidores de la banda y nuevas generaciones atraídas por el encanto universal de sus melodías. La voz de Joseph Williams, intacta y potente, lideraba con autoridad a una agrupación que no escatimó en energía desde el inicio. Las canciones resonaron no solo en los oídos, sino también en los corazones de los presentes, quienes corearon cada palabra con una pasión que demostraba la trascendencia intergeneracional de estos himnos.
Sin embargo, Toto no solo miró hacia su éxito pasado, sino que también rindió homenaje a los pilares fundamentales de su historia. En un momento particularmente emotivo, Steve Lukather tomó el micrófono para recordar al legendario Jeff Porcaro, baterista original de la banda, cuya contribución dejó una huella indeleble en el sonido y la identidad de Toto. Este tributo fue más que palabras: se transformó en un jam instrumental donde cada miembro de la banda tuvo la oportunidad de mostrar su virtuosismo. Los asistentes, hipnotizados por el despliegue de talento, rompieron en aplausos que parecían no tener fin, reconociendo la maestría técnica que Toto ha perfeccionado durante décadas.
Aunque la banda es ampliamente conocida por sus hits pop, su habilidad para moverse entre géneros quedó más que demostrada con piezas como “Jake to the Bone”. En esta interpretación, cada integrante tuvo su momento de brillo, llevando al público a un estado de asombro con solos que parecían no tener límites. Desde líneas de bajo precisas hasta riffs de guitarra complejos y una batería que retumbaba en el pecho de los asistentes, la ejecución fue un testamento de por qué Toto sigue siendo considerado un grupo de músicos de élite. Shannon Forrest, en particular, protagonizó un solo de batería que se ganó ovaciones unánimes, dejando claro que su técnica es digna de los estándares que la banda exige.
El repertorio no se limitó a su material original. En un gesto de reconocimiento a la historia de la música, Toto incluyó versiones de clásicos como “Little Wing” de Jimi Hendrix y “With a Little Help From My Friends” de The Beatles. Estas interpretaciones no solo añadieron variedad al setlist, sino que también mostraron la capacidad de la banda para apropiarse de obras ajenas y darles un sello personal sin perder su esencia. La inclusión de temas menos conocidos como “A Thousand Years” fue una grata sorpresa para los seguidores más dedicados, demostrando que la banda no teme explorar rincones menos transitados de su catálogo.
Sin embargo, no todo fue perfecto en la noche. Si bien la ejecución técnica fue impecable, esa misma búsqueda de perfección pareció restar algo de espontaneidad al espectáculo. Cada interacción, cada movimiento, cada palabra dirigida al público daba la sensación de estar cuidadosamente planificada. En lugar de sentir la vibra única de un concierto en vivo, por momentos parecía que los asistentes estaban presenciando una interpretación exacta de un disco en estudio. Este enfoque, aunque impresionante, puede alejar un poco del misticismo y la magia que suelen caracterizar los shows en vivo.
La respuesta del público también fue un factor que dejó sentimientos encontrados. Aunque hubo momentos de conexión genuina, como el clásico cántico de “Olé, olé, olé” adaptado para corear el nombre de la banda, la energía general estuvo algo contenida. Muchos asistentes se dedicaron más a grabar con sus celulares que a dejarse llevar por la experiencia única del momento, una tendencia cada vez más común en conciertos de bandas masivas. Este fenómeno fue una queja recurrente entre los fanáticos más apasionados al salir del recinto, quienes reflejaban cierta odiosidad hacia quienes asistieron al recital como una jornada de taquilla antes que como un concierto de culto.
A pesar de estos detalles, Toto logró cumplir con las expectativas de quienes esperaban una velada memorable. La introducción de los miembros de la banda, acompañada de un repaso por sus impresionantes trayectorias, reafirmó la idea de que estamos ante un grupo de súper músicos cuya habilidad trasciende las etiquetas de género o época. Este reconocimiento no solo quedó plasmado en el virtuosismo mostrado en el escenario, sino también en la diversidad del público, que reunió a puristas con camisetas de sus discos favoritos y a personas vestidas para una noche de fiesta con toques de nostalgia ochentera.
Pero lo que es innegable es que Toto ofreció un espectáculo que, aunque pudo haber carecido de la mística de otros shows, no escatimó en calidad musical ni en atención a los detalles. La noche en el Movistar Arena fue un recordatorio de por qué esta banda, con casi 50 años de historia, sigue siendo un ícono atemporal en el mundo de la música. Un recital que, aunque no rompió esquemas, sí reafirmó el lugar de Toto como una institución musical capaz de unir generaciones a través de su legado inigualable.
Setlist:
1. Girl Goodbye
2. Hold the Line
3. 99
4. Pamela
5. Jake to the Bone
6. Burn
7. I'll Be Over You
8. Stop Loving You
9. Little Wing (The Jimi Hendrix Experience cover)
10. I'll Supply the Love
11. A Thousand Years
12. Georgy Porgy
13. Dying on My Feet
14. Home of the Brave
15. With a Little Help From My Friends (The Beatles cover)
16. Rosanna
17. Africa
Reseña por René Canales
Fotos por Diego Pino
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