En la antesala de lo que será su séptima presentación en Chile, repasamos esta notable joya en Resistance.
Lanzado bajo la producción de Roger Glover, bajista de Deep Purple, Sin After Sin no solo marcó la consolidación del sonido de Judas Priest, sino que también puso las bases para subgéneros como el speed metal y el thrash metal. Con una mezcla de agresividad, melodía y virtuosismo, este trabajo se situó entre dos discos fundamentales para la banda —Sad Wings of Destiny y Stained Class—, pero lejos de quedar opacado, Sin After Sin logró brillar con luz propia.
Uno de los aspectos más revolucionarios del álbum fue la incorporación de Simon Phillips en la batería, un músico de sesión que, con apenas 19 años, dejó una huella imborrable con su uso pionero del doble bombo. Su desempeño en temas como “Dissident Aggressor” anticipó los desarrollos rítmicos que dominarían el metal extremo años más tarde, siendo influencia directa para bandas como Slayer, quienes precisamente versionaron esta canción en su clásico South of Heaven (1988).
Desde el inicio con “Sinner”, Judas Priest deja en claro que están empujando los límites del heavy metal. El tema, extenso y lleno de cambios, transita entre riffs bluseros y pasajes progresivos, coronado por una de las mejores interpretaciones vocales de Rob Halford. El segundo corte, “Diamonds and Rust” —una sorpresiva y emotiva versión del clásico de Joan Baez— logra combinar sensibilidad lírica con un poderoso muro de guitarras, adaptando el folk al lenguaje del metal con maestría.
“Starbreaker” continúa la línea agresiva, con una base rítmica sólida y un solo de guitarra furioso que captura la energía juvenil de la banda. El curioso recurso del fade-out falso antes del puente revela una búsqueda sonora innovadora, que consolidó a K.K. Downing y Glenn Tipton como uno de los dúos guitarrísticos más icónicos del género.
El álbum también contiene momentos más introspectivos y melódicos, como las baladas “Last Rose of Summer” y “Here Come the Tears”, donde The Metal God despliega un rango emocional y técnico notable. Aunque algunos críticos consideran que estas piezas rompen con el tono general del disco, lo cierto es que ofrecen una pausa lírica que enriquece la experiencia global, abordando temas como la depresión, la nostalgia y el paso del tiempo.
Un momento particularmente interesante es “Raw Deal”, cuya letra —ambientada en Fire Island, un conocido destino LGBTQ+— alude, aunque de manera velada, a la orientación sexual de Halford, algo que solo se haría público décadas más tarde. Esta canción, con su energía densa y riffs envolventes, no solo aporta diversidad temática al disco, sino que también refuerza los valores de libertad y autenticidad que han marcado al heavy metal desde sus orígenes.
El cierre con “Dissident Aggressor” es simplemente monumental. En tres minutos, Judas Priest logra encapsular la furia, la técnica y la actitud que definirían al metal moderno. El riff de apertura, la batería explosiva de Phillips y los alaridos de Halford hacen de esta pista un manifiesto sonoro que sigue estremeciendo casi medio siglo después.
A pesar de estar “atrapado” entre dos discos más reconocidos, Sin After Sin ha resistido la prueba del tiempo como una de las obras más influyentes de Judas Priest. Su mezcla de potencia, progresión y emotividad lo convierte en un disco esencial para entender no solo la evolución de la banda, sino del heavy metal en su conjunto.
Recuerda que este próximo 23 de abril, Judas Priest se estará presentando junto a Opeth y Savatage en el Masters of Rock en el Movistar Arena. Compra tus entradas a través de Punto Ticket. Produce TheFanLab.
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